viernes, 6 de septiembre de 2019

El mural

 La foto es de 1996, donde estaba la sede del Grupo Nexo, la redacción de la revista NX, periodismo gay para todos, y la oficina de Gays por los Derechos Civiles, que coordinaba Carlos Jáuregui, donde yo militaba.



Ese espacio, en la calle Virrey Cevallos, a cien metros del Departamento Central de Policía, donde varias veces nos manifestamos en la puerta para reclamar el cese de las razias que nos hacían permanentemente en bares, boliches y otros lugares de la comunidad LGBT+, siempre estaba transitado por activistas y por tanta gente que solicitaba asesoramiento o que quería animarse a visibilizar su identidad. Hacíamos talleres, encuentros, reuniones, o simplemente recibíamos visitas.


En un patio cubierto había una escalera que conectaba con una habitación donde Carlos dormía.


Una tarde, como tantas en las que nos visitaba, porque vivía cerca, apareció Lohana Berkins.

Yo, Diego Tedeschi Loisa, andaba con una cámara que me había regalado Carlos Mendes, director editorial de NX, cuando se compró una mejor. Así que feliz, le sacaba foto a todo y a todxs. Muchas de esas fotos, sin ser un profesional, pero sí un instantáneo, aparecieron en las páginas de la revista, donde era redactor.


Esa tarde, Carlos estaba medio apagado, sería el mes de marzo o de abril, y cuando apareció yo estaba con Lohana. Así que les dije, esperen que les saco una foto. Si le prestan atención, Lohana estaba radiante, Carlos fingía una sonrisa: siempre le sacaba fotos y siempre hacía un gesto que jamás podría describirles, como de fastidio y de alegría al mismo tiempo por ser retratado.


Así que disparé la foto, que para verla tuvimos que esperar a terminar el rollo y revelarla: estamos hablando de 1996. Y seguimos con lo que había que hacer. Tengo una con Lohana, de ese mismo día, que seguramente la tomó Carlos. De ese día no tengo con él, porque siempre nos sacábamos, pero su aspecto no era el mejor para estar molestándolo tanto. Estaba frágil, algo que cambiaría rotundamente un mes y medio después cuando esperáramos a definir la V Marcha del Orgullo, en la estuvo a pleno –porque se transformaba totalmente–, y posteriormente escribió su última nota para la revista en la que cerraba diciendo: “Ya no hay muerte que nos venza. Nunca”.


Esta foto es eso, el reflejo de la grandeza de dos queridxs militantes, a quienes amé, con quienes compartí tanto –uso doble apellido para firmar mis escritos por culpa de Lohana que me llamaba “Tedeschi Losa, mi marido gay que no me da bolilla”–, de quienes aprendí sobre las diferencias, sobre aceptar a cada cual como dice que es.




Gracias por mantener la memoria de estas dos almas que han signado un camino de activismo y que desde este mural serán un espejo para que las nuevas generaciones sepan que lo que conseguimos es porque Carlos y Lohana, como Nadia Echazú y Claudia Pía Baudracco, que ya no están, y tantxs otrxs militantes, se animaron a hacer la diferencia desde la visibilidad y desde la lucha constante.


Felicitaciones a les compas de Mesa de Diversidad Ensenada por impulsar este Mural por el Orgullo TLGBI, a las autoridades de la Municipalidad, a la Subsecretaría de Derechos Humanos de Ensenada, al compañero Mario Secco, y a todxs lxs presentes.


Lo que no se nombra no existe y lo que no existe no tiene identidad, no b tiene derechos. Estas paredes hablan, nombran, reflejan visibilidad.


Diego TL


miércoles, 5 de junio de 2019

Visibilizarnos y militar como personas LGBT+ en el deporte

 ¿Por qué será que muchos grupos deportivos LGBT+ no visibilizan activismo ni inclusión?




Es una pregunta que me hacen muchxs compañerxs de militancia LGBT+, como si yo tuviera la respuesta porque alguna vez estuve allí.
Puedo afirmar que en la etapa DAG (Deportistas Argentinos Gays) entre 1997 y 1998 (que fue cuando estuve) nuestro trabajo era el de incluir, el de visibilizar que hacíamos fútbol –primero- y tenis-después-, y al mismo tiempo nuestro compromiso era de activismo constante: mostrábamos que éramos gays y militábamos eso. No existían las redes como hoy, pero en todos los lugares que podíamos (incluso en tantos medios que nos entrevistaban: Tinelli, Susana, TyC, por citar tres de trascendencia) hablábamos de la importancia de visibilizarnos como LGBT+, de visibilizar que hacíamos deporte, de denunciar persecuciones, el machismo imperante, la discriminación constante.
Cuando volví a la DAG, me sumé a Los Dogos, en 2007, y hasta que estuve –principios de 2011-, siempre (ya con las redes a pleno) volvimos a visibilizar todo lo detallado anteriormente, y nos posicionamos políticamente en no acompañar a nadie que nos discriminara o ninguneara: de hecho hubo una interna porque se tomó la determinación de no acompañar una “distinción” que nos harían por participar en los Gay Games de Alemania 2010 por parte del Gobierno de la Ciudad, que nos “premiaba”, pero había sacado la posibilidad de que entrenáramos en el parque Sarmiento, como veníamos haciéndolo, desde que Macri había asumido como jefe de Gobierno porteño.



Lo que le digo a mis compas es que no sucede eso con todos los grupos, pero es verdad que al repasar sus posteos en redes observamos que:
- caso 1: solo ponen fotos de sus equipos o con trofeos o tablas de posiciones y ni un flyer o una manifestación de visibilidad, de trabajo, de militancia,
- caso 2: postean imágenes de grandes deportistas en distintas disciplinas, consagradxs en lo que han hecho o en lo que hacen, pero que nada tienen que ver con los LGBT+, incluso en muchos casos son deportistas que sabemos bien que siempre han preferido permanecer en el armario (y es altamente respetable),
- caso 3: muchxs referentes que son los que comandan esos grupos postean fotos de lo que hacen con sus grupos o equipos en sus redes personales y nada en las de sus grupos y/o equipos, lo que invisibiliza aún más lo que hacen como organización/grupo/equipo,
- caso 4: jamás participan en actividades, marchas y denuncias: un claro ejemplo fue la marcha por el ataque al jugador de rugby de Ciervos Pampas, solo vimos a dos y no más integrantes/referentes de algún grupo deportivo LGBT+ (que son lxs mismos activistas de siempre). Claro, era un sábado y había que descansar…,
- caso 5: en muchas actividades deportivas en las que participan, jamás hay una bandera o un cartel que identifique que el equipo es LGBT+. Sabemos que hay mucha violencia, claro, pero la única manera de terminar con ella es visibilizando lo que se hace y no que el grupo/equipo se quede en un armario de la nada,
- caso 6: se matan por viajar a competir en el exterior y es como si fueran a pasear. Ni una bandera del arcoíris, ni un gesto de «acá estamos, somos visibles»; en el caso de los gays, (ni una mariconada) intetan pasar como hombres cis heteros bien machitos,
- caso 7: hay muchxs que solo son referentes para la foto, cuando hay medios o hay una actividad en algún lugar importante, pero cuando hay que arremangarse, nunca están.




Podría seguir enumerando casos, pero estas referencias son más que suficientes, de acuerdo a lo que me tiraron alrededor de diez compañerxs de activismo LGBT+ que siguen preguntándose ¿por qué no visibilizan activismo?, ¿qué buscan al integrar estos equipos/grupos, un trampolín a algo?
Estaré viejo (aunque un amigo me dijo poné: "Mi experiencia y años de trayectoria militante", JAAAAA!!!!! ¡No!: viejo), la militancia actual es distinta, no lo sé. Más viejo estoy, la militancia claro que es distinta. Ya no nos persiguen como en los 90, hay múltiples grupos deportivos en el país -debo seguir destacando la iniciativa de Club Osos de Buenos Aires, AADD (Asociación Argentina de Deportistas por la Diversidad con Los Dogos), GAPEF (Gay Apasionados por el Fútbol y su liga), Yaguaretés, ADAPLI (Asociación Deportista Amatheur Por La Inclusión), Huarpes, SAFG (Selección de Futbolistas Gay de la República Argentina con Los Toros), Lobitos del Río, Lobos Marinos, Ciervos Pampas, STLQEB (Ser todo lo que está bien), La Fulana, Zorros MDQ, Eva tiene dos Mamás, Fútbol Trans Mixto- que se animan a trabajar por más inclusión en el deporte, hay leyes que garantizan lo que antes era imposible. Pero la resistencia estaba y aún está en muchxs compañerxs que no claudican y le meten militancia y visibilidad porque es la única manera de defender lo conquistado y de luchar por lo que falta.
Quería dejar esta reflexión para ver si a algunxs se les prende la lamparita y, como expresó en un encuentro LGBT+ la compañera lesbiana Claudia Castro, empiezan a militar las redes con activismo LGBT+, con compromiso constante, con actitud política, en vez de tantas selfies repetitivas porque a nuestrxs compañerxs lxs siguen violentando, discriminando, excluyendo en todo, incluso en el deporte por ser diferente, por ser LGBT+, por intentar ser par aún en las diferencias.

Diego TL



domingo, 26 de mayo de 2019

Fútbol gay

Era una viernes a la noche o un sábado, porque era un cumpleaños de alguien. Se había jugado una nueva fecha de las eliminatorias para el mundial fútbol de Francia 1998 -la selección argentina era dirigida por Daniel Passarella, quien se había manifestado en contra de tener jugadores gays en su equipo y que no aceptaba pelos largos ni aritos en sus jugadores-. Como en cada fiesta que se hacía en Paraná, todo se ponía lindo.



Paraná era donde funcionaba la Biblioteca LGTT -había sido sede de Gays DC también y allí había muerto Carlos Jáuregui-. Allí, en Paraná 157 seguíamos juntándonos quienes militábamos en el activismo LGBT+. Allí, vivían César Cigliutti y Marcelo Ferreyra, y mis visitas, que habían nacido como un lugar fuente-de-información para la revista NX, ya eran más frecuentes, especialmente los días viernes en los que se hacían tertulias de cine, de proyección de documentales, había mucha música, pasaba mucha gente del activismo, me formaba mucho escuchándolxs, se hacían hermosas cenas -con el aporte de muchxs de lxs asistentes, en dos largas mesas- y había noches en las que todo se interrumpía porque alguna compañera trans solicitaba asistencia jurídica para otra compa que había caído detenida; era una época donde ya no estaban en vigencia los edictos policiales, pero la policía seguía llevándoselas.


Aquella noche de tragos, de música y de muchas risas, estábamos sobre uno de los grandes ventanales del living de Paraná. Ventanas abiertas, no tanto por el calor -era mayo-, sino por la cantidad de humos que circulaban el ambiente: unos perfumados, pero otros muy tóxicos.


Oscar, pareja de Alejandro Soria, me preguntó cómo podía hacer para poner un aviso en la revista que convocara para jugar al fútbol entre gays. Le comenzaba a explicar que era sencillo: tenía que darme el texto y lo poníamos sin costo, cuando se acercó Gustavo Pecoraro y escuchó que hablábamos de fútbol. “A vos que te gusta el fútbol, ¿por qué no hacés una convocatoria?”. Le conté que Oscar quería poner un aviso. Me gustó también la idea si lo hacíamos para jugar fútbol 5, ya que hacía muchos años que no corría tras una pelota.


Quedamos en poner ambos avisos. El de Oscar fue para fútbol 11 y el mío, para fútbol 5. Salió en junio de 1997. Quería saber si había gays que jugaran al fútbol o solo había pocos, que eran tapados, y jamás se visibilizarían (ya sabíamos de varios jugadores de primera división que eran gays del armario).


Empezaron a llamar a mi casa porque había dejado ese número. Así que busqué un lugar donde íbamos a jugar con mis amigos del barrio de Caballito. Jai Alai, sobre la avenida Donato Álvarez (y Páez -a cien metros de donde fue secuestrado el compañero peronista Felipe Vallese en 1962), pero del lado de Flores (ya que la avenida divide ambos barrios). Para sorpresa de todxs lxs que fuimos -demás está decir que Peco fue el primero y quien luego organizaría todo de una manera más institucional-, el grupo era casi de veinte, que en un mes se incrementó a más de cuarenta. ¡Un exitazo!


La gente siguió llamando y mi respuesta era muy simple y directa: “Jugamos los martes, sale tanto -si no tenés no te preocupés y vení igual-, después nos quedamos a cenar (hay parrilla y fritas, con vinos, birras y gaseosa, que también pagamos entre todos)”.


Aquel avisito de “Fútbol Gay” disparó muchas cosas. Peco también puso su teléfono, luego pusimos avisos más grandes y a color, y el teléfono de la revista, para hacerlo más oficial. 


Aquellos primeros compas fueron Gustavo, Mario, Daniel, Darío, Adrián, Manuel, Carlos, Ale, Eduardo, Luis, Miguel B., Rodolfo, Gabriel, Miguel G., César. Recuerdo cuando llegó Fernando. Estaba trajeado, tenía una pintaza (varios quedamos flasheados con él), pero dijo que no había traído ropa, así que no jugó. La siguiente semana se prendió y un día nos contó que aquella primera vez había venido con su pilcha, pero que quería ver porque tenía sus dudas: pensaba que como putos seríamos horribles jugando. Y se sorprendió del juego de la mayoría y de la potencia que le poníamos para pelear cada pelota, especialmente me lo remarcó a mí. ¡Jaaaaa!


Una noche vino un catalán y nos dijo que se jugarían los Gay Games en Holanda el siguiente año. Otra noche pasaron dos alemanes, que jugaron también un partido, y nos contaron de lo que pasaba afuera. Y decidimos que para tener la posibilidad de viajar a Amsterdam teníamos que constituirnos como organización. Así que en febrero de 1998 armamos la DAG: Deportistas Argentinos Gays (porque ya había un grupo que también hacía tenis), fuimos a Holanda en agosto y con los años el equipo terminó llamándose Los Dogos, al que muchxs señalan como la selección gay de fútbol argentino, que todavía sigue. Un orgullo máximo del que pude formar parte… pero eso es otra historia.


Aquel 1997 nos enriqueció como amigos, deportistas, militantes y pudimos empezar a decir que los gays jugábamos al fútbol, que en el vestuario no pasaba más que lo que pasaba en los vestuarios de cualquier equipo (ya que era la pregunta frecuente) y que era hora de romper estereotipos y de ampliar los horizontes hacia muchos deportes que, afortunadamente, comenzaron a impulsar diferentes grupos de pibes primero, luego de lesbianas, bisexuales, trans y mixtos, que se animaron, y que aquella movida, hace veintidós años, motivó a mexicanxs, uruguayxs, chilenxs, peruanxs, brasilerxs y paraguayxs a animarse a hacer sus equipos de fútbol gay.



Diego TL

martes, 21 de mayo de 2019

Tengo un ligero vahído

Una mañana Carlos Jáuregui dormía. Se había acostado tarde, seguramente por alguna trasnochada en el boliche Contramano. Recuerdo que la primera vez que charlamos entre copas fue en ese mismo lugar, luego de la primera edición de entrega de los premios Nexo, que a partir de ese año, y por muchos más, formaría parte de esas galas anuales en los que premiábamos, desde el Grupo Nexo, a artistas, referentes de la militancia LGBT+, a profesionales de la salud, a comunicadorxs y otrxs tantos. Esa noche, luego de tantas emociones, lo avancé para compartir mi admiración por su hermano Roberto (que hacía muy poco había fallecido) y por él, a quien empezaba a respetar cada día más como un frontal activista por la lucha de los derechos de la comunidad. Me dijo -a mi pregunta incisiva de qué era lo que más le molestaba al ser tan visible- que ya le costaba ir a determinados espacios porque al ser tan conocido le jugaba en contra. Y de lo que hablábamos, específicamente, fue en cuanto a relacionarse afectivamente con alguien.   



Aquella mañana, en la sede que compartíamos Nexo y Gays DC (el grupo militante que encabezaba Carlos), por alguna razón -quizás por un cierre de una nueva edición de la revista NX, periodismo gay para todos, donde yo trabajaba- llegamos temprano con Oscar Vitelleschi -editor y jefe de Redacción, compañero y amigo-. Ni señales de Carlos, que tenía su habitación al subir una escalera que estaba en el medio del patio-pasillo del lugar. Al mediodía llegó Enrique Vidal -el encargado del sector Publicidad- que nos animó a prepararnos o a pedir algo para almorzar. Lo fuimos a invitar a Carlos, fue Silvina Bonezzi -que era una compañera que escribía en el suplemento Zona Lésbica y trabajaba para Nexo-, pero le dijo que no se sentía para nada bien. Así que almorzamos y el día siguió como casi siempre.

A la tarde, Carlos nos pidió un té, que le preparó y llevó Sil -seguramente de algunas hierbas, porque no se sentía muy bien-. Alrededor de las 19, se abrió la puerta del salón principal de reuniones. Todavía estábamos Oscar y yo, y creo que estaba Gonzalo Laborde -que formaba parte del equipo de Redacción-. Era Carlos que nos pedía un favor.

-Tengo un ligero vahído -nos soltó con una pesadumbre enorme y una cara que hablaba por sí sola.

-Sí, ¿qué necesitas? -le dije.

-¿Vas al super y me traés un gancia y una soda?

Desde ese día, cada tarde en la que nos quedábamos con Oscar hasta tarde y pintaban ganas de unas birras con Carlos Mendes -el director Editorial-, con los Enrique -Vidal y Tagliafico (que se encargaba de la distribución y de la Agenda de contactos)- y con Gonzalo, le decíamos a Carlos Jáuregui (si estaba en el fondo, en la oficina de Gays DC): “Tenemos un ligero vahído. ¿Te prendés a unas birras o a un gancia?”.

En 2010, con Gustavo Pecoraro planificábamos hacer un programa radial. Le dije: “Tengo el nombre”. Le conté la anécdota y juntos con Vida Morant (en la conducción) y Leandro Fuentes (en la programación musical) creamos “El Vahído”, del que formé parte por tres años y que aún sigue firme con Peco al frente. 



Diego TL

martes, 20 de junio de 2017

Hicimos camino al andar: a 20 años de "Fútbol Gay"

 En un país machista, patriarcal, donde un niño tiene que jugar al fútbol casi obligatoriamente y hay que vestirlo de celeste, y no deben quedar dudas de que es viril, en 1997, un grupo de gays pensamos y tomamos lo que Jáuregui claramente pudo expresar en una frase, que en “una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. No fue casual que esa frase de Carlos explotara en formato de fútbol como respuesta a lo que nos sucedía en ese contexto, en el que el director técnico de la Selección Argentina de Fútbol había dicho que no tendría gays en su equipo, y Carlos, que había acompañado una campaña para concientizar sobre los dichos del DT, un año y medio antes, me había dicho: “¿Por qué no hacés un equipo de fútbol gay?”.




Fue en una de las típicas Cenas de los Viernes, en la calle Paraná (donde está ahora Casa Jáuregui), o quizás un sábado de mayo, en alguno de los cumpleaños que se festejaban allí, cuando, luego de un partido de eliminatorias para el Mundial de Francia 98, una charla lo definió. Fue el activista LGBT, periodista y escritor Gustavo Pecoraro quien me dijo: “A vos que te encanta jugar al fútbol, ¿por qué no hacés una convocatoria?”. Lo hablé con mis compañeros de la revista NX, Periodismo Gay para Todos, que editábamos desde el Grupo Nexo, y publiqué un aviso que se tituló “FÚTBOL GAY”. Pecoraro fue el primero en sumarse. El aviso salió en el número de junio y respondieron unas quince personas. Demasiadas para un contexto en el que no te contactabas por mail, sino que ponías la voz y te animabas, entre dudas y balbuceos, a decirle a quien atendía: “Llamo por el aviso…”. No llegaba a terminar la frase. Había un silencio que se perdía hasta encontrarse con la respuesta de parte nuestra: “... de Fútbol Gay”.
Era un contexto diferente al actual. Por un lado, se habían caído los edictos policiales -aunque aún la policía nos perseguía, detenía y golpeaba-, la Ciudad de Buenos Aires era Autónoma y en su Constitución establecía el “Derecho a ser diferente”, que expresaba en su artículo 11 que no podía discriminarse, entre otras cosas, por “orientación sexual” (algo que no contemplaba ni contempla aún la Constitución Nacional). Los albergues transitorios abrían sus puertas a parejas del mismo sexo, aunque había muchos, como el de Larrea y Córdoba, Desireé creo que se llamaba, que siempre había posibilitado el acceso sin ningún inconveniente. Sin embargo, la igualdad real estaba lejos y para tener igualdad legal, aún estábamos en un período de construcción que se posibilitaría más adelante, mucho más adelante.
Jugar al fútbol entre gays era la premisa. No existía ni existe un “fútbol gay”. No hay deportes LGBT. La idea fue (es) que esos grupos deportivos sean abiertos e inclusivos, que no haya discriminación. El fútbol no es ni heterosexual ni gay, es solamente fútbol. Pero teníamos que llamar la atención para que otros chicos gays se animaran a romper esa barrera machista que nos frenaba a todos de la posibilidad de disfrutar, de hacer deporte –nada menos que fútbol–, sin tener que escondernos ni ocultarnos. El fútbol es fútbol y lo puede jugar cualquiera. Pero un aviso que dijera “FÚTBOL GAY” resultaba atractivo y generó que al mes, cuando publicamos el segundo aviso, ya fuéramos como 30.
Aunque juntarnos entre putos que nos gustaba al fútbol despertaba muchas fantasías en todos, incluyéndome, siempre fuimos muy respetuosos de quien llamaba y muy concretos: “Jugamos todos los martes en Jai Alai, en Caballito –era Flores en realidad–, pagamos la cancha entre todos, luego nos quedamos a comer parrillada con papas fritas y ensaladas. Si te copa, venite media hora antes así te cambias tranquilo”. Había una camaradería absoluta, un compañerismo que se extendió a otras actividades, cenas con pastas en distintas casas, y que perdura en la gran mayoría hasta hoy. No había que ser macho para jugar al fútbol. Había que tener ganas. Y las tuvieron muchos, que sumaron amigos. Se prendieron heterosexuales, se armó un equipo de chicos que jugaban al tenis, tuvimos que pasar a un complejo más grande porque no dábamos abasto. Nos fuimos a la calle Maza al 700, Campus, en Almagro. Nos ayudó enormemente con indumentarias y otras cosas el boliche Contramano y surgió la posibilidad de constituirnos como una asociación civil sin fines de lucro con la idea de competir en Ámsterdam, en agosto de 1998, en los “Gay Games”. El 23 de febrero fundamos Deportistas Argentinos Gays (DAG).
Aquel aviso de “FÚTBOL GAY” abrió muchas puertas y ventanas. Permitió que se hablara de fútbol en otro contexto, que el suplemento deportivo Olé nos hiciera una nota, lo mismo que revista Noticias, diario Popular, revista Viva, que nos invitaran a programas de televisión como el de Susana Giménez o Atorrantes con el Pato Galván y Fierita, que nos cubriera en Holanda el Showmatch de Tinelli, pero más allá del cholulaje que despertaba eso, habíamos puesto en discusión la hombría en el fútbol. Nos pasaba muchas veces que nos decían: “Ustedes son muy machos en la cancha”, “Qué huevo que tienen”, “Cómo meten”. Todas frases que se deshacían porque nos divertíamos, mariconeábamos y nos importaba muy poco todo ese bagaje cultural machista que a la vez intentábamos deconstruir y desintegrar.
Eran épocas difíciles, donde el virus del VIH, aunque empezaba a ser combatido con los nuevos cócteles, aún se llevaba a muchxs compañerxs –César González fue uno de los chicos que jamás se animó a hablar del tema. Nos despedimos antes de viajar a Holanda y al regresar había fallecido por no saber qué hacer o cómo hablar de eso. Tenía 26 años, creo–. Era una época donde la ausencia de Jáuregui, que había sabido unir a tantos grupos en aras de potenciar una militancia LGBT, comenzaba a dispararse en muchas direcciones: por un lado, con el crecimiento de muchas figuritas que nunca más pudieron ser bajadas de sus pedestales de sabiondxs de poco y nada, y por otro, con la fortaleza de la militancia que, debo reconocer, tuvo un lugar distintivo en las compañeras lesbianas y trans. Eran épocas en las que muchos pibes llegaban con cierta timidez, no se animaban a jugar porque creían que éramos malos jugadores (esa asociación que sos hétero y bueno, y gay y malo) hasta que nos veían en la cancha y se sorprendían. Era ahí, en la cancha, donde sus propios prejuicios machistas se derribaban.
Con los años, se crearon más espacios de diversidad en el deporte. Muchos se animaron a expandirse y así se crearon el equipo del boliche América (que jugó el mundial de Argentina), Los Dogos (que hasta 2015 formaban parte de la DAG -hasta que esta se disolvió- y ganaron el mundial 2007 en nuestro país, entre otros torneos), la SAFG (ahora más conocidos como Los Toros, que ganaron los Out Games 2017 y varios campeonatos más), Adapli (que nuclea diversos deportes), Gapef (que tiene su propio equipo y promueve una liga de fútbol donde participan diversos equipos gays), el Club Osos de Buenos Aires, Cóndores, Leones FC, Boomerang, Lobos Argentina. Podría seguir enumerando espacios que intensifican sus propuestas por la diversidad, por la inclusión, lugares que entienden que es posible jugar al fútbol sin discriminación, sin faltarle el respeto a nadie, sin decir “puto” o “marica” a alguien como sinónimo de “cagón”, de “miedoso”, de “traidor”; que entienden que nuestrxs hermanxs peruanxs, bolivianxs, chilenxs, paraguayxs, judíxs son iguales a nosotrxs y no merecen padecer agravios como los que suelen manifestarse en muchos de los partidos de fútbol, organizados por la AFA.
Hay un lugar, ese que propusimos en junio de 1997, hace veinte años, que siempre es una medida justa para evaluar los espacios en los que estoy, en los que participo, en la militancia o en el deporte, en la actualidad. Esa medida sirve para entender que hay espacios que aún no logran comprender qué es la igualdad y la diversidad, que solo construyen para sí mismos, que juntan sellos para venderse afuera del “taper LGBT” como progres, inclusivxs, diversxs, cuando sabemos muy bien, quienes estamos en lo cotidiano del taper LGBT, que no llegan a sumar diez personas, aunque se atribuyan el manejo de doscientas o de trescientas. Pero se arrogan, y en esa arrogancia no ven, no escuchan, no permiten que otras voces se sumen, porque siempre (y lo he vivenciado en este último año y medio de manera personal, en textos y posteos que leí, en videos y audios que me compartieron) vuelve a aparecer ese machismo, esa intolerancia, esa marca de “a ver quién la tiene más grande”, que es precisamente lo que intentamos deconstruir y desintegrar allá por 1997.
Las nuevas generaciones merecen conocer lo que pasó. Entender que es posible que existan equipos gays de fútbol porque hubo gente que se animó cuando no era fácil la visibilidad, y porque luego nuevas leyes hicieron posible que la igualdad sea legal, aunque nos falta bastante –como decimos desde la Federación Argentina LGBT (donde participo en el equipo de Prensa y Comunicación)– para alcanzar la igualdad real. Pero en 1997, a fines de ese mes de junio, cuando salió el aviso de “FÚTBOL GAY” en una revista, lo hicimos real, lo creímos posible, derribamos prejuicios, nos envalentonamos y encendimos la mecha de un camino que tendría grandes logros para nuestro país en quienes continuaron la militancia y la lucha permanente por la igualdad de derechos. Aunque todavía creo que para muchxs todo está siempre circunscrito por el chotocentrismo (como diría Maestra Chela Bacacay) de la Ciudad de Buenos Aires, y lo que nos pasaba hace veinte años, sucede todavía en cada punto recóndito de la Argentina LGBT. Por eso hay que ser visibles, por eso hay que sostener la bandera de la memoria, por eso hay que construir desde la diversidad absoluta.

Diego TL


Nota publicada en la revista Brutal, en junio de 2017.-

El mural

  La foto es de 1996, donde estaba la sede del Grupo Nexo, la redacción de la revista NX, periodismo gay para todos, y la oficina de Gays po...